Crónicas

Lali en Razzmatazz: Solo una fiesta popular

La estrella –que está de gira por España presentando su sexto disco– brilló en la noche catalana con su artillería de pop, un puñado de clásicos y muchos guiños al rock argentino

Un chico altísimo se aprieta contra la valla mientras la sala de la calle Almogàvers en Barcelona se va llenando hasta lo imposible. Lali Espósito colgó el cartelito de sold out hace unos días y todos, todas, todes, quieren llegar temprano. El pibe está lookeado como para subirse al escenario: ojos delineados, un top impactante, el pelo divino. Desde que empieza el show hasta que termina canta todas y cada una de las canciones marcando el ritmo con la cabeza, con el chasquido de los dedos que se leen a la distancia (por supuesto que no se escuchan), con saltos estudiados. Esta es SU noche, pero él no lo sabe. O quizás sí.

“Lokura”, “Sexy”, “Tu novia II” (Oh sí, un homenaje a Babasónicos, ¿y qué?). Lali no para, la gente la ama, la sala estalla y, atrás, donde están los sonidistas, se vislumbra a un eufórico Pedro Rosemblat (pareja de la cantante) que se deja la garganta en la cruda “33”, el tema en el que participa Dillom. No vayas a atender cuando el demonio llama es el sexto disco de Lali y el qué más se acerca al rock, no sólo en cuanto a las canciones, sino en lo que significa y lo que evidentemente la artista quiso exponer. Dillom tampoco viene del palo del rock, pero ya se metió a la escena en el bolsillo. Lali va por lo mismo.

Con una banda de verdad (batería, bajo, guitarra), con bailarines de su riñón (los que siempre la acompañan), Lali da un show auténtico. A diferencia de otros que cuando viajan abaratan costos (y sueldos) conformando al público con pistas grabadas y una producción del Shein, la artista despliega todo lo que tiene en más de dos horas y media de espectáculo continuado. Usa un mini escenario para jugar todo el tiempo, baila, se tira, perrea. Desde allí también mira la presentación de dos varones del tango que la rompen mientras ella canta “Morir de amor”. Esta noche hay cambios de vestuario, coreografías increíbles, pogo hasta el desmayo. Y una revancha para el chico de la valla.

“Boomerang” y “Ego” tocan el corazón de los viejos seguidores que se dejan el alma en cada estribillo y después de “Incondicional” dos chicas gritan desde abajo. Lali se acerca, presta el micrófono y nos hace testigos del momento más romántico de la noche. Una le pide casamiento a la otra, las dos lloran, todos aplaudimos. Hay anillo, hay besos y más allá hay un sueño que se está por cumplir.

Cuando el concierto llega a su segunda y última parte el fan número uno de la noche desaparece. A un costado del escenario, mientras se prueba una casaca de plumas rojas lucha con los agentes de seguridad que custodian ese espacio tan sensible. Pero gana. Para cuando empieza a sonar “Soy” el pibe de la valla es otra estrella en el firmamento Espósito: botas de tacones altísimos, un body cavado y una performance súper jugada. Los pañuelos con la bandera del arco iris terminan de dar el toque. “Pueden cambiar los presidentes, pueden cambiar las parejas, las decisiones, pero Lali es siempre la misma”, dice el improvisado protagonista cuando su ídola le presta el micrófono.

¿“No cambies nunca” es una frase positiva? Lali fue rubia, morocha, dulce, incisiva, humorista, puta, monja. Lali es mil a la vez y es siempre la misma. El final con “No me importa” es el corolario a todas esas preguntas. Lali es todo lo que queremos de ella y siempre un poco más, siempre diferente. Lali atiende al demonio y a Dios, y queda bien con los dos. Es parte de su esencia.

Fotos: Gentileza Mía Ferrari // Live Nation España

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